“31 minutos, la película”: manitos disfrazadas de cosas (La Nación)

“31 minutos, la película”: manitos disfrazadas de cosas

Jueves 27 de marzo de 2008

Por Carlos Salazar / La Nación

Más que James Bond haciendo estallar la Portada de Antofagasta en medio de vítores o la reunión de The Beatles con Ringo, McCartney, Pete Townshend y Eric Clapton programada para fin de año en el Estadio Nacional, probablemente la película de "31 minutos" -así a secas- genere más filas e histeria en niños y adultos que cualquier otro evento de alfombra gruesa.

Tres años de espera con analgésicas temporadas de la serie de títeres y humor desopilante no han bastado para contener un producto que cumple las expectativas de la gente que esperaba reír como en los mejores tiempos de la ponencias elitista de "La ruta de la caca", la pelada de cables homogay en horario para menores de "Los hombres musculosos" o las abismales profundidades creativas de canciones como la de Mr. Guantecillo (y su coro- mantra "wantoseeeeeyou") o "Diente blanco no te vayas", el homenaje cifrado a The Velvet Underground

El anuncio del aburguesamiento forzado en su traspaso al cine persiguen a todo proyecto que trata de saltar del formato que le quedó chico. El traje que se visten acá Peirano, Díaz y compañía parece hecho a medida como los centenares de títeres y muñecos que saturan la pantalla.

La gran aventura de los dos millones y medio de dólares (gastados más en croma y efectos especiales que en chiporro, botones o locaciones extremas) ven un buen puerto en una historia convencional, para tratarse del equipo responsable de momentos sublimes de la TV astuta, pero el gen permanece.

Esta vez en la búsqueda del héroe, del grupo de héroes que se enfrentan a la egoísta Cachirula, una caprichosa niña que desea quedarse con una parte importante del equipo del noticiario para su colección de peluches. Triviño, Bodoque y Juanín vivirán la travesía de sus vidas de trapo, a la vieja usanza de los clásicos de la TV ochentera, esa de la amistad inquebrantable, los desafíos, los temores superados como las lecciones máximas de valores que han caído en el desuso como parte de una era en que la TV era pura basura. Antes del gran reciclaje. La hora y media de la trama se pasa mucho más rápida que el coitus interruptus de la hazaña cinematográfica de "Los Simpsons".

Las expectativas suelen ser el peor enemigo de este tipo de proyectos, por eso es fácil caer en excesos de guión, de duración o de producción. De las tres cabezas del dragón, "31 minutos: la película" logra derribarlas todas con una historia que no se entrampa en exquisiteces, pese a contar con una insólita batería de efectos especiales que potencia el relato y se queda siempre al servicio de la historia. Reconocible en las lecciones insoportables de cómo ser un verdadero pelmazo a cargo de Tulio Triviño, como ser exitoso con las chicas sin proponérselo y como siempre los diálogos a la Hemingway que en boca del conejo Juan Carlos Bodoque alcanzas las mismas cotas cómicas de un show de TV que ya se despegó del formato más odioso.