Filmando sin cesar (Caras)

31 minutos en su nuevo formato

Filmando sin cesar

Alvaro Díaz y Pedro Peirano entran a la pantalla grande con sus muñecos. Una aventura que les costó dos y medio millones de dólares y que bien puede ser el punto final del mejor noticiario de la televisión chilena.

Por Marcelo Contreras

Irarrázabal con Pedro de Valdivia. Díaz y Peirano están inclinados, manipulando unos títeres mientras una cámara registra a Mico, el micófono, personaje de 31 Minutos, haciendo encuestas. Pasan unas chicas, miran y comentan lo suficientemente alto para que, cinco años después, Peirano recuerde sus palabras y las repita con un ligero tono de venganza: ¡Mira los huevones de Plan Z en lo que terminaron!

Entre ese comentario —cuando nadie ubicaba el programa que grababan—, y el estreno de 31 Minutos, la película, Díaz y Peirano estuvieron tras la serie que cambió la manera en que la televisión chilena atendía (y entendía) al público infantil. Un salto cuántico. De programas como Marcelo y sus Cachureos (“¡¡el grito, el grito, el grito!!”), a un noticiario protagonizado por títeres con pinta de muñecos de trapo, que se reía del periodismo y los clichés televisivos, todo batido con algunos de los mejores singles del pop local. Una mezcla afortunada entre Plaza Sésamo y Los Muppets, a la chilensis.

“Los niños eran un nicho despreciado”, sostiene Díaz, la voz de Juan Carlos Bodoque, el conejo rojo, periodista, adicto al juego y endeudado. “El que trabajaba para ellos era el que ‘no pudo’, al que ‘le fue mal’. Jorge González (Los Prisioneros) dice que ahora es súper taquilla ir al colegio con guitarra, pero cuando él iba lo llamaban el cabazorro. Era el looser. Nosotros, en las primeras grabaciones de 31 Minutos salíamos como asustados... que nos vieran con los títeres arrodillados en la calle”.

Ahora, a regañadientes revelan la trama de la película, de la que sólo tienen una copia en baja resolución para evitar el pirateo: “Una enemiga, una malvada, les quita una cosa preciadísima a los personajes”, cuenta Díaz. “Los hace caer en un engaño y ellos tienen que salir en un viaje cruzando el mar, a buscar lo usurpado. Es una aventura como de piratas, como de los ’50. El look y los efectos se inspiran en esas películas de estudio de Hollywood, que son las que nos gustan”. Se parece a un filme de Errol Flynn o Espartaco. “Tuvimos que aprender un montón de cosas de ellos. No queríamos algo lleno de efectos, que los monos, unos títeres en la tele, quedaran caminando y bailando breakdance, sino que continuaran teniendo las limitantes y las posibilidades de los muñecos de trapo. Es la película que nos hubiera gustado ver cuando chicos”.

Cuando terminó la primera temporada de 31 Minutos, la dupla reverenciada en la categoría de culto en internet, gracias a programas como Plan Z y El factor humano (Canal Rock & Pop), comenzó a barajar la idea del filme. “Fue como estos personajes tienen suficiente vuelo como para ponerlos en un aprieto mayor”, explica Peirano, la voz de Tulio Triviño, el ególatra conductor del noticiario y obsesivo con las corbatas. La filmación fue súper larga. Doce horas al día, a veces más, seis días a la semana. Dos meses y medio, con 15 días en Brasil, más los dos meses en el estudio, con un equipo mínimo de 60 personas por día.

EN INTERNET SE RUMOREA QUE CON LA CINTA se termina la serie. Peirano, dramático, se toma la cabeza y apoya los codos en una mesa, igual como Tulio cuando Juanín le informa de una enésima desgracia para sacar al aire el noticiario. “No sé, difícil contestar ahora”. Díaz agrega: “llevamos tres años metidos en la película. Tuvimos que hacer otras cosas para tener un sueldo, pero ha sido nuestra mayor preocupación. Tres años en algo ligado a 31 Minutos, pero que es muy distinto. Es un proyecto que queremos que nos abra las puertas de poder hacer cine”.

Antes del filme, cuando la serie era un éxito en TVN y el merchandising en torno al programa movía un millón de dólares, hubo terremotos en las restantes áreas infantiles de la televisión chilena. Desde el podio de los vencedores, Díaz dice que ningún producto —BKN y Pulentos fueron algunas de las réplicas— los impresionó mucho. “Nadie se dio el tiempo para crear y dar vida y humanidad a sus personajes, para encantar a la gente. La televisión infantil era El club de los tigritos, La sirenita, unas cosas así para rellenar mientras daban monos animados. Nosotros agarramos unos peluches y una cámara, y tratamos de hacer algo”.

Díaz toma un azucarero y lo gira entre sus dedos mirándolo atentamente, mientras confiesa “soy súper vergonzoso, le tengo pánico al ridículo. Me daba vergüenza hacerlo, pero se veían súper bonitos los monos. Fue como (acerca aún más el azucarero a su rostro) ‘esta hueá puede tener ojos… ¿y si le pongo Zucarerín o Lito Benito?’. Peirano sonríe como cabro chico. Díaz continúa, como hablando “y después te preguntai cómo hablará. Si será (pone voz chillona) ‘¡hola amigos! O (con voz grave) ‘hola amigos’… ¡Esa fue la dinámica! Probamos un montón de cosas que después desechamos; los niños por ejemplo, desaparecieron al tercer programa. Porque cuando eres uno de ellos, no querís ver otros iguales en la tele, querís ver títeres”.

A Peirano le brillan los ojos mientras suma más cualidades de los héroes de peluche de la dupla. “Te preguntai qué son ¿grandes? ¿chicos? Lo claro es que no tienen responsabilidades. Pero tienen auto por ejemplo, o manejan plata y se compran cosas. O van a un restorán. Cuentan con la libertad de los adultos y la libertad de los niños. Tulio será un cabro chico, pero es un rostro de televisión”.

En la pantalla grande, los peluches seguirán haciendo periodismo.