31 minutos, la película (La Segunda)

31 minutos, la película

“31 minutos” se pone pantalones largos... y zapatos

Por Juan Carlos González O.

Difícil hablar de “31 MINUTOS, LA PELICULA” con distancia, cuando se ha disfrutado y querido al programa como pocas cosas en nuestra televisión. Más bien, es imposible.

De ahí que, como admirador de la serie, proteste por la atrevida decisión de no incluir aquí canciones en el estilo patentado por Peirano, Díaz e Ilabaca. El único tema considerado refleja más el ánimo festivo con que los títeres parten a la aventura más que el universo de estos creativos, con dientes de leche que se despiden, muñecas que cuentan copuchas o padre que envician a sus hijos con la televisión.

Si el especial de Navidad que hicieron tiempo atrás dejaba tarareando una historia nunca antes escuchada —donde Patana cantaba que Santa Claus le trajo, en lugar de una bicicleta, un mantel y una peineta—, esta película bien pudo gastar menos dólares en efectos especiales y esmerarse más en canciones como las que antaño les volaron la cabeza a niños de todas las edades.

Como sea, esta película responde a las expectativas de ver a estos personajes en una superproducción chilenowoodense, con exóticas locaciones brasileñas y algunos secretos develados, en especial la historia de como los niños scouts Triviño y Bodoque descubren a Juanín Juan Harry.

Además, se visualizan los diferentes mundos de los personajes, lo que incluye conocer la lujosa mansión de Julio Triviño, la modesta vivienda de Juanín y el desorden existencial de Juan Carlos Bodoque, que lo tiene viviendo en un tarro de basura, cual Chavo del Ocho.

La película inventa a una nueva villana, Cachirula, niña millonaria, malcriada y sin padres visibles, que quiere completar su colección de animales exóticos. Los ejemplares son secuestrados para que vivan en su particular versión de un mundo feliz. La única mascota que le falta es un Juanín. De ahí que el estafador habitual de la serie, El Tío Pelado, reaparezca aquí como traficante de especies en peligro de extinción y encargado de la captura del trabajólico productor de TV.

Aunque menos irreverente que la serie televisiva, una sorpresa viene de la mano de Guaripolo, el patudo que se proclamaba “el personaje más popular de «31 minutos»” y a quien nadie conocía, y que ahora pone la cuota de delirio. Oficiando de policía que rápidamente soluciona cualquier caso, pronto encarcelará a parte del elenco, obviando detalles como que el crimen nunca se cometió y el que las identidades de los títeres no tengan nada que ver con los delincuentes que imagina.

El tradicional recurso del enfrentamiento final en la isla-fortaleza del villano se enriquece con todo un universo de nuevas especies titiriteras, muñecas de trapo e incluso musculosos héroes de plástico tipo GI Joe.

La batalla final por la libertad de los animales obligados a vivir como mascotas contra su voluntad —¿esto es una segunda lectura?— sacará lo mejor de nuestros personajes, los que tendrán la oportunidad de elevarse por sobre su habituales defectos y miserias titiriteras para convertirse en auténticos héroes.

Ideal para:
Coordinadora Nacional de Fans por la nueva temporada del noticiario.