31 minutos: en contra(La Fuga)

31 minutos / En contra

por Iván Pinto V.

La película de 31 minutos fracasa en su intento de desplazar el soporte, como tesis básica propongo tres cuestiones:

- La gracia de 31 minutos, la serie, estaba dada por la empatía de un modelo de producción y el juego permanente entre esa cercanía (la “hechura”) y el modelo narrativo.

- Esto establecía una relativa autonomía del sistema referencial, que jugaba en los niveles de la diégesis y la factura. Los muñecos conformados por calcetines, las cámaras en mano, el humor a ratos bizarro y muchas ingenuo, pertenecían a un segundo nivel de lectura, que jugaba astutamente con la televisión como código des-reglamentado

- A su vez, en un tercer nivel, existía una permanente re-codificación (casi irónica) de elementos pertenecientes a la cultura de masas, estableciendo guiños con un humor en diferentes niveles.

Ahora bien, el humor de 31 minutos, la serie, guardaba una propuesta democrática, nos podemos reír de las mismas cosas, independiente de clase social, edad o género. Era, en ese sentido, un bastión para aquella televisión que “queremos ver” (donde educación y entretención no son dos fases separadas si no instancias entremezcladas, por ejemplo), hecha con casi solo “buenas ideas” y “poco presupuesto”.

En 31 minutos la película, queda poco y nada de todo lo mencionado.

Por sobre el juego ambiguo entre modelo de producción y modelo narrativo, las prioridades cambian, el modelo de producción sostiene el modelo narrativo, y su economía enfatiza el hecho que esto “se note”.

El sistema referencial está relativamente “dado”, creando una autonomía de la ficción por sobre otros códigos, creando una mecánica del humor, pero (y se ha apuntado) poca espontaneidad (en ese sentido, si 31 minutos la serie era una talla espontánea 31 minutos la película es un chiste que pretende estar bien contado). Aquí el contexto audiovisual no está des-reglamentado o analizado, si no, asimilado utilizando una narrativa directa y, quizás, algo pobre en recursos. La ironía deja de existir.

Por último, si bien persiste la referencia indirecta a la cultura de masas, el humor deja de ser democrático. Eso se comprueba en la escena de los strippers donde tanto el contenido del chiste como el código musical dejan fuera un segmento infantil o adulto, olvidando aquella, quizás, positiva ingenuidad que lo hacía democrático.

Si 31 minutos, la serie simpatizaba dentro de un imaginario público, el contexto cinematográfico exige opciones menos ambiguas y más definidas, y, quizás ahí, también la película pierde: en velocidad y timing narrativo, punto de vista sobre personajes y tema abordado. Es un divertimento algo aburrido, donde el formato devora la astucia a la que nos tenían habituados.