31 minutos, la película (Diariocrítico)

Opinion

31 minutos, la película

Luis Alberto Mansilla

17-04-2008

Parecía raro que un noticiario de TV fuera animado por muñecos de trapo, por calcetines convertidos en presentadores, por peluches simulando ser personas opinantes. “31 minutos” fue todo un arsenal colorido y extravagante que al comienzo fue aceptado como un experimento de dudoso porvenir. Resultó que los parlanchines personajes se apoderaron de la atención del público, encantaron con sus ocurrencias y sus lenguas viperinas. Sus comentarios de las noticias sacaron chispas e inauguraron un nuevo estilo en la animación que le dio otra categoría a los títeres manuales, a los montajes en humildes escenarios que necesitan de la imaginación de los niños para divertir o intrigar.

Los personajes de “31 minutos” adquirieron tal presencia que sus creadores decidieron pasar a mayores exigencias y los convirtieron en protagonistas de una película de largo aliento que ha recibido elogios unánimes, aún de los críticos más ácidos.

Todo comienza en el filme como en los noticiarios de los orígenes. Los monos son mordaces críticos de la TV y de sus personajes, se ríen y denuncian sus convenciones e inconsecuencia. Uno de sus blancos es el creador de “31minutos”, Tulio Triviño, a quien se le supone una vida opulenta mientras su productor, Juanín, vive en un basurero.

Juanín es secuestrado por Cachirula, una niña caprichosa y millonaria, que habita en una isla y tiene una colección de animales raros prisioneros. El buen Juanín es querido por su compañeros de trabajo, que se organizan para rescatarlo, derrotar a la perversa Cachirula y liberar también a los animales prisioneros en la isla. Para eso se embarcan en grandes naves y surcan mares tormentosos.

No falta nada que no figure también en las películas de piratas de carne y hueso. Ahí están las tempestades en alta mar, las batallas con fieros contrincantes, la isla misteriosa. Es un film de animación que no se detiene frente a las dificultades técnicas o los costosos efectos especiales. Todo está realizado con gracia, incesante fantasía, golpes de certera digitación.

Sus realizadores, Pedro Peirano y Álvaro Díaz realizan  una verdadera proeza técnica y artística. Los anima una contagiosa irreverencia y una imaginación que desafía hasta lo imposible. “31 minutos la película” es un regalo para los niños y también para los adultos que nunca renunciaremos a ser niños.