¡Papá, devuélveme mi disco! (Rolling Stone)

¡Papá, devuélveme mi disco!

Por Marisol García

No fue fácil comentar este disco. No había copias. Ni en el sello, ni en las disquerías, ni en las bodegas de donde 10 mil compradores barrieron con la primera edición en menos de una mañana. Es probable que, al momento de publicarse este comentario, 31 minutos supere en ventas las recientes publicaciones de Los Prisioneros o La Ley o cualquier debut salido de Rojo. Pero si alguien considera pintoresco que sea un grupo de títeres y muñecos el que ponga en aprietos incluso a producciones de factura internacional —los títeres y muñecos de carne y hueso que circulan por el globo como “baladistas”— es porque no ha entendido que la banda sonora del más comentado programa infantil del año es un trabajo que hay que escuchar muy en serio.

Joe Pino podrá no estar en la categoría de “voz generacional”, pero logra que “Yo opino” parezca una observación más inteligente sobre la actualidad chilena que la de Jorge González en “Ultraderecha” (¿nadie ha reparado aún en el saludo a Pinochet implícito en “Jamás pido clemencia si me acusan de demencia”?). “Mi muñeca me habló” es más delirante que cualquier tema sicodélico de factura reciente, y el tema bailable chileno del año no puede ser “Ch Bah puta la güeá” de Los Pettinellis, existiendo algo tan pegajoso como “Bailan sin cesar”.

El rockero Pablo Ilabaca (Chancho en Piedra) y los realizadores Álvaro Díaz y Pedro Peirano —se escuchan también las voces de casi todos los colaboradores del programa— comprendieron muy acertadamente la clave de la mejor música infantil. Se presentan conflictos emocionales tan básicos como respetables (la caída del primer diente, el trauma ante el peluquero, la pelota en la casa del vecino) dentro de formas ya estructuradas pro el cancionero popular. Hay funk, rap y foxtrot, por ejemplo, un poco abreviados por las exigencias de la televisión. Y porque no hay ni asomo de esa bobería encendida que algunos aplican al hablarle a un niño, un tema como “Diente blanco, no te vayas” debiera soltarle una lágrima a cualquier treintañero con su sensibilidad en forma, gracias a un enternecedor entre un niño y un diente de leche que ya no es capaz “ni de morder leche nevada”.

Los punks sugirieron el “hazlo por ti mismo”, y es elocuente que la lección la lección la tomen con tanta fidelidad esta mezcla de periodistas humanos y de esponja. Sin mayores recursos, experiencia ni discurso, el disco de 31 minutos es mil veces más atrevido que muchas producciones musicales hoy destacadas por su “actitud”. Si sus explosivas ventas confirman que se superó la prueba del primer impacto, es probable que ahora estos músicos logren lo que nunca consiguieron Los Bochincheros o Mazapán: que los niños lleguen del colegio y encuentren que el disco se lo han apropiado sus padres.