31 Minutos marca un hito (Las Últimas Noticias)

Comentario de TV

“31 minutos” marca un hito

Domingo 16 de marzo de 2003

Larry Moe

Desde “El sapo y la culebra” y “Los toppins” que los títeres no reivindicaban con una faena tan redonda la creatividad.

Ayer, pasadas las 13 horas, debutó, dentro del programa infantil “Tronia” (TVN) el primer noticiario chileno protagonizado exclusivamente por marionetas.

De la mano del quitado de bulla pero incombustible talento de Pedro Peirano y Álvaro Díaz (“Plan Z”, “Factor humano”), los niños que esperaban que los llamaran a la mesa y los adultos que aguardábamos con la vista perdida frente al televisor que el paso de los minutos disolviera la porfiada resaca, nos sentimos, con una inequívoca intensidad, atravesados por el mismo rayo sensorial: éramos testigos de un hito televisivo, el nacimiento de “31 minutos” (Aplaplac Producciones).

La propuesta es la segunda consecutiva que la dupla logra que les financie el Consejo Nacional de Televisión. La anterior fue “Mira tú”, cuyos rostros fueron Blanca Lewin y Néstor Cantillana y que transmitió TVN el 2002.

“31 minutos” es una delicatessen televisiva para mayores y menores, que vuelca sobre la pantalla chica algunas de las más delirantes invenciones provenientes de las cabezas de Peirano, Díaz, Daniel Castro y Rodrigo Salinas, esta vez en el pantanoso terreno de lo políticamente correcto.

Ya han surgido singulares superhéroes como “Calcetín-con-rombos-man”, que logra que un grupo de calcetas integre a sus juegos a un guante, discriminado por ser diferente.

Se exhibieron descabellados y didácticos reportajes como “La ruta de la caca”, un seguimiento a todo el proceso gatillado por la tirada de cadena de un W.C. Hubo lugar para adorables parodias, como la de Jacobo Fotonolovski, un fotógrafo a lo Tunick que desnuda y retrata títeres en las afueras del Palacio de Bellas Artes (se desprenden de sus trajes y quedan sólo las manos).

Y polémicos entrevistados, como el “Sr. invisible mudo”, que le dijo cosas terribles a Tulio, el títere conductor del segmento (de las que sólo nos enteramos a través de las iracundas reacciones del lector de noticias).

Afortunadamente, el informativo no pudo soportar la tentación de sepultar, bajo camionadas de sarcasmo, los esquemas televisivos más arraigados en el inconsciente colectivo, como las trilladas presentaciones de las teleseries (“estuve conviviendo mucho con títeres, aprendí muchos gestos de ellos”, dice una de las marionetas, antes de que una irónica voz en off ataque con el detestable cliché “Con escenografías de primer nivel e inolvidables interpretaciones, esta teleserie marcará un hito entre las producciones nacionales”).

Desde el antediluviano “El sapo y la culebra” y el más reciente “Los toppins” que los títeres no reivindicaban con una faena tan redonda la creatividad, esa herramienta tan poco utilizada por los seres de carne y hueso que pululan en este grasoso taller de ídolos de barro y facilismo llamado televisión.