80 minutos (La Nación)

80 minutos

Según los creadores, la cinta tiene la estructura de una película de aventuras de los años 50, pero también referencias al cine de todas las décadas. Hay persecuciones en lancha, una mala a lo James Bond, y una isla como la del Doctor No. Tiene colores fuertes medio technicolor y planos contemplativos. En todo caso, no se buscó la perfección del efecto, sino que no perdieran su carácter de trapo.

Rodrigo Alvarado

Llueve en Santiago y la productora Aplaplac no tiene esos aires estafadoramente radiantes del Centro de Formación Técnica que parodiaban en el programa “Plan Z”, el primero que ocupó esta marca “Acme” hace diez años, cuando Pedro Peirano y Álvaro Díaz aún imaginaban que tendrían una productora.

La dupla de periodistas tampoco conserva la ironía extrema del último programa de culto que lanzó la plana televisión chilena. Ese que en su primera temporada tuvo que explicar todos los chistes –desde la “Barbie mapuche” hasta la historia del golpe desde el punto de vista de la derecha– para evitar pagar las doce multas del Consejo Nacional de Televisión y que tuvo como resultado, según Díaz, hacernos famosos.

En estos momentos no tenemos ninguna necesidad de decir algo inteligente como cuando teníamos 24 años, explican en referencia a “31 minutos”, el programa con que se ganaron un lugar en la televisión, paradójicamente gracias a los fondos del consejo que años antes los castigaba.

Y menos ahora, a cuatro meses del estreno de su primera película, “31 minutos”. Una cinta de 80 minutos que contará la historia de la pérdida y recuperación de la amistad entre los títeres de su programa. El paso natural que esperábamos dar cuando creamos el programa, dicen. Una historia que comenzó hace mucho más tiempo que “31 minutos”.

Mamíferos

Peirano y Díaz se hicieron amigos en la Universidad de Chile y se reencontraron en “Gato por liebre”. Allí cuajaron sus inquietudes audiovisuales. Si digo que en la universidad hacíamos tele con cámaras de cartón, no exagero. Nuestra universidad fue Canal 2, argumenta Peirano.

Luego vino “Plan Z”, con Rafael Gumucio, Marcos Silva y Ángel Carcavilla, para no pasar todo el verano escuchando a Moreira, recuerdan. Le siguió “Factor humano”, Altazor incluido, y “Sangre, sudor y lágrimas”, para un canal gringo. Allí recién hicimos periodismo, aseguran.

Pero fue “Mira tú” el paso definitivo hacia su mayor logro. Aunque sus doce capítulos terminaron metidos con fórceps en “La cultura entretenida”, según ellos fue, en términos de experiencia, pilotear lo que fue ‘31 minutos’. Usamos los fondos del consejo como inversión y después buscamos financiamiento, no para pagarnos sueldos. Demostramos que no éramos estafadores, dicen riéndose.

“31 minutos” salió al aire en 2003, en momentos en que los gigantes de antaño, “Cachureos” y “El mundo del Profesor Rossa”, se empezaban a despedir. Estaban en sus últimos estertores y nosotros les dimos el bajo, dice Díaz sin piedad. Peirano lo explica más didácticamente que el propio Profesor Rossa: Fue como cuando muestran a los dinosaurios muriendo y aparecen los pequeños mamíferos.

Partieron con un equipo de diez personas, compuesto por integrantes del colectivo Nueva Gráfica Chilena, más la gente de producción y colaboraciones como la canción que cantaba la conductora de “Hora 25”, Diana Massis (“Flor bovina”) y el cerebro del guitarrista de Chancho en Piedra, KvZón, detrás de los hits.

Las referencias eran clarísimas: Tulio Triviño era Bernardo de la Maza; el Barón Von Bola, Sergio Livingstone, y Juan Carlos Bodoque, una suerte de Álvaro Sanhueza. Sin embargo, con el correr de los capítulos, los creadores fueron caracterizando a los personajes y enfocando las historias en ellos. De esta forma, “31 minutos” fue creando su propio micromundo ambientado en la ficticia Titirilquén.

Dejamos de hacer parodia cuando los relacionábamos y nos dimos cuenta de sus personalidades. Te podías reír de Tulio y así con todos los personajes, como el Maguito, que era el Mago Olí pero que después explotaba. De hecho, los más referenciales no tuvieron mucho vuelo, sostienen.

Golpe a la cátedra

En 2005, en este diario, el director del area infantil de Canal 13, Vasco Moulian, comentó que “31 minutos” marcaba menos rating que la archirrepetida “Pantera Rosa”. Lo notable es que no estaba diciendo ninguna falsedad. El programa de títeres no pasaba los 10 puntos.

Tampoco es una verdad absoluta. Muchos de sus capítulos marcaban 20 puntos, pero lo importante ocurría en la calle, colegios y oficinas. Todos hablaban de Tulio Triviño y Calcetín con Rombosman y cantaban los hits del ranking top, desde la electrónica “Lala” hasta la pegajosa “Tangananica”.

Cuatro años después de que Tulio Triviño asomara su cabeza en altura, a ningún ejecutivo de televisión le caben dudas de que la franja infantil es un nicho rentable. Díaz recuerda que en los otros canales acusaron el golpe e intentaron poner títeres e inventar canciones. Era todo muy lamentable porque nosotros llevábamos meses trabajando y la diferencia era muy notoria. Es la insensatez habitual del medio, tratar de hacer lo que está haciendo el huevón del lado, sin entender que el huevón del lado ya cobró.

La gracia de los títeres de TVN es que se transformaron en un fenómeno mediático y su éxito fue rápidamente respaldado por repeticiones nocturnas y todo lo que se llama marketing: discos, peluches, ringtones y álbumes, sin contar su venta a la cadena Nickelodeon que lo transmite en varios países de Latinoamérica. Los mismos a los que podría llegar “31 minutos”, la película.

Años 50

Comparar la cinta “31 minutos” con el programa es un despropósito, partiendo por los dos millones de dólares que costó la cinta coproducida por la brasileña Total Entertainment y financiada por particulares, TVN, BancoEstado, Ibermedia y la española (para la postproducción) User T 38.

Si en un comienzo las cámaras las hacía Peirano y Díaz, y no había un estudio para parar los títeres que diseñó Matías Iglesias, hoy pueden contar que cada personaje tiene cuatro dobles con diferencias en la caracterización.

De los secundarios aparecen el Chancho, Guaripolo, Joe Pino y el Tío Horacio, que por supuesto estará en el lado oscuro de los muñecos, que se encuentran apilados en una bodega del aeropuerto de Cerrillos, uno de los lugares de filmación, al igual que Aguas Claras, el sur de Chile e incluso Río de Janeiro. Verlos en una selva o en una playa tropical es increíble, cuenta Peirano.

Según los creadores, la cinta tiene la estructura de una película de aventuras de los años 50, pero también referencias al cine de todas las décadas. Hay persecuciones en lancha, una mala a lo James Bond, y una isla como la del Doctor No. Tiene colores fuertes medio technicolor y planos contemplativos. En todo caso, no se buscó la perfección del efecto, sino que no perdieran su carácter de trapo, porque creemos que los monos no representan un espíritu ultratecnologizado, son medios anticuados, explican.

Filmada en 35 mm durante el 2006 y en enero de este año la parte de Brasil, la cinta también incluye efectos especiales hechos digitalmente y algunas canciones del programa, más varias originales.

¿Somos amigos o no...?

Del resultado del filme dependen varias cosas en Aplaplac. Peirano y Díaz quieren hacer una película “de humanos” y ver si hacen una nueva temporada con sus títeres. Por eso prefieren no contar mucho de la cinta. “La historia comienza en el estudio de televisión y termina en cualquier lado”, dice Peirano, quien creó el guión con Díaz, Daniel Castro y Rodrigo Salinas.

El conflicto ocurre entre los tres protagonistas: Triviño, Bodoque y Juanín, quienes inician una aventura que se basa en la pérdida y recuperación de la amistad, volviendo atrás en el tiempo, hasta el día en que se conocieron, adelanta Díaz.

Y del problema a una oportunidad, pues las voces infantiles de los personajes dieron para un casting de voces que anunciarán mañana. Surgió la posibilidad de hacerlo telefónicamente. La mecánica es que sale una frase y hay que repetirla imitando, explica Peirano.

Para lo pequeños interesados, sólo decirles que la secuencia transcurre en un bosque, donde Bodoque y un desesperado Tulio, como dos perdidos boy scouts, se encuentran con un mono blanco que lo único que dice es “Juanín”. El paso siguiente de Juanín fue llegar al noticiario a trabajar “feliz” como productor. Como dice el peluche, por años y años y años.... El resto es historia.