La vida de un antihéroe (La Nación)

Rodrigo Salinas (30) Dibujante de cómics, titiritero, inventor.

La vida de un antihéroe

Es uno de los cerebros de “31 minutos”, donde dio vida a personajes como Juanín y Mario Hugo, y también el autor del conocido hit “Bailan sin cesar”. Pero su mundo va más allá de las pantallas, como socio fundador de la Nueva Gráfica Chilena, grupo underground de historietistas repleto de ideas y buen humor.

Francia Fernández

Cuando niño quería ser buzo, un poco por Jacques Cousteau, y también porque me encanta la playa, el agua. Usaba un traje de buceo, incluso. No vengo de una familia de artistas, pero recuerdo que en la época escolar me regalaban pinturas y yo no sabía por qué. Mis padres sí: vieron que tenía facilidad para el dibujo.

En el colegio (San Ignacio) no se incentivaba la pintura. Me ponían anotaciones negativas por dibujar. Para mis profes era perder el tiempo. Además, yo era flojo y desordenado. Es gracioso, porque muchos nombres de personajes que he creado, como Jackson Aceituno (corresponsal de guerra de “31 minutos”) o Rata Galdames (la primera historieta de western chilena), los tomé de mis compañeros de curso. A ellos les gustaba lo que yo hacía. Apenas salí del colegio entré a licenciatura en Arte en la Chile, y fue la primera vez que me pusieron notas por lo que me gustaba hacer.

El 2000, junto a Rodrigo Lagos, César Gabler, Matías Iglesias y Andrés Castillo, fundamos la Nueva Gráfica Chilena. Somos un grupo de artistas, dibujantes y diseñadores que necesitábamos autopublicarnos, pero sin pasar por etapas burocráticas. Primero, dibujábamos unas hojas plegadas que distribuíamos entre los amigos, la familia. Siempre ha sido así, en realidad, sólo que después comenzamos a elaborar cosas más grandes. Por ejemplo, los cortos “La cordillera. Un canto a la vida”, un musical sobre la tragedia de los rugbistas uruguayos. El año pasado lo mostraron en una galería de Brooklyn.

“Baila sin cesar”

Creo que todo el mundo está lleno de ideas, lo que pasa es que nosotros las hacemos. Y a mí son cosas que me llenan de orgullo. En todos nuestros proyectos, aunque cambiemos de nombre, siempre mantenemos la “nueva” algo. Ahora nos vamos a llamar la Nueva Gráfica Canadiense, para armar la serie “El oso”, que transcurre en Canadá (pero se filma en Chile), y es sobre unos hombres que se llevan un oso a su casa. Es una comedia absurda, que vamos a hacer gracias a un Corfo que nos ganamos con Aplaplac.

El proyecto más importante en que he participado, hasta ahora, ha sido “31 minutos”, porque fue un fenómeno. La canción “Bailan sin cesar” (la inventé yo) llegó a ser el ringtone más escuchado. Con Pedro (Peirano), Álvaro (Díaz), Daniel Castro y yo ideamos los personajes. Yo dibujo el Canal 76 del “Wikén”. Ahí nos conocimos con Peirano, que también dibujaba en “El Mercurio”. Él me dijo: Hagamos los Muppets en Chile, y a mí me encantó la idea. Cómo habrá sido, que nos daba lo mismo que nos pagaran con un plato de comida. Al comienzo, para ser titiriteros de “31 minutos”, sólo teníamos buenas ideas y entusiasmo.

Para la segunda temporada, ya hubo más profesionalismo: aprendimos “lipsing”, algo muy difícil, que es lograr que las manos hablen las mismas veces que la boca. Yo hacía a Juanín, Mario Hugo, Carlitos Lechuga y Tenison Salinas.

Es un proceso muy cansador, porque requiere buen estado físico, y el mío no es muy notable. Hay que tirarse al piso en posiciones bastante incómodas; o sea, bajo un títere feliz hay un titiritero sufriendo.

“31 minutos” me producía contradicciones, porque le gustaba, incluso, a gente que a mí me caía pésimo. No me extrañaría que Pinochet lo viera con sus nietos... Imagínate: ¡qué monstruo creamos!, ja, ja.

Rayando

Toda la plata que he ganado la reinvierto en otras cosas que me gustan. Como dibujante hice, entre otras, la revista “Kiltraza”.

También, “Arturo Prat is not dead”, que a los militares no les cayó muy bien, parece, porque yo convertí el acto suicida de este capitán que se lanza al abordaje por la patria en otra historia: un Prat que sobrevive y termina mandándose cambiar, porque nadie le cree, aunque haya toda una moda Prat circundante. Después, para la segunda parte,

Prat se cambia el nombre a Massachussets, por eso se llama “Los viajes de Massachussets”. Ahora tengo en imprenta un libro que recopila todo mi trabajo. Por otro lado, la Galería Gabriela Mistral me convocó para una instalación. Es sobre un superhéroe. Se llama Wynnis (por los lubricantes Wynn’s) y su superpoder es la voluntad. Lo único que hace él es caminar.