Peirano en 31 minutos (La Nación)

A uno se le ocurren cosas tontas permanentemente

Peirano en 31 minutos

Junto con su socio Álvaro Díaz creó a Tulio y Bodoque, dos personajes instalados en la cultura pop nacional y que llegan al cine con una historia que pone a prueba la amistad. Dibuja el afiche de la película mientras hace la maleta para viajar a Italia, a conocer a sus tatarabuelos.

Por Juan Sharpe

Por estos días, está prácticamente encerrado en un estudio, trabajando en las artes finales de la esperada superproducción con las andanzas de Tulio y Bodoque, los periodistas ochenteros y desastrosos que conducen las noticias en “31 minutos”. Pedro Peirano (35) quiere dar la entrevista, pero no tiene tiempo. Pregunta si puede durar 17 minutos, pero acaba concediendo 31. Cuestión de formato, seguramente.

A su socio, amigo y codirector Álvaro Díaz, Bodoque en la ficción, lo conoce desde 1991. Cuatro años después, empezaron a trabajar juntos en Canal 2, donde estuvieron en programas legendarios como “Plan Z”. Hace unos años crearon esta serie de muñecos de calcetines que evolucionaron hasta una película producida sin fijarse en gastos, parte de la avalancha de estrenos chilenos que se viene en marzo.

Peirano se sienta en la mesa, mira el reloj con discreción y rechaza cigarrillos. Ya no fuma, lo dejó con ayuda de Champix, esa pastilla de moda que inhibe el deseo. Y con voluntad, claro. Porque en él se ven muchas horas dibujando “como autista” en las libretas Moleskine, que fueron la base de su primera exposición de dibujos.

Se ven jornadas creativas delante de una hoja o una pantalla, destilando ideas y el humor ácido de su generación desencantada que se ha reído y burlado de todos los santos del santoral chileno. Pero no hay casi tiempo. Justo al encontrarnos, la radio informa que acaba de morir Volodia. Así que es tema preguntar qué le sugiere ese muchacho y la reverencia con que se siguió su agonía.

Para mí es heavy cómo se va muriendo el mundo de mi infancia, que fue el mundo del final de la dictadura, cuando Volodia era protagonista. De otra manera, fue similar con Julio Martínez. He leído a Volodia, sobre todo sus memorias, y las encontré llenas de humanidad. Me sorprendió, porque lo imaginaba frío. Es justo que al final de su vida haya sido más reconocido como escritor que como político, que la gente sepa que era un artista, porque es uno de los grandes escritores que hemos tenido, dice, reconociendo que lamentó más todavía la muerte de Gladys Marín, porque aún le quedaba vida por delante. Cierre de paréntesis.

La Nacion:
¿En qué parte de la película estás concentrado ahora?
Peirano:
Haciendo el afiche. El estreno será a final de marzo y tenemos la expectativa de que la gente la vea; intentamos hacer una película que nos gustara, no una que fuera una franquicia de un programa de tv y aprovechara el éxito de la serie. Queríamos que valiera la pena, que pesara por sí misma.
La Nación:
¿Son títeres o personajes con actores?
Peirano:
Es una película de títeres, con aventuras cincuenteras, un poco serie B, con muchos elementos de aventura. Lo que más sorprende es verlos en 35 milímetros, fuera del formato televisivo.
La Nación:
¿Cuál es la historia original de Bodoque y Tulio?
Peirano:
Tulio había caído en desgracia y se había tenido que ir a Venezuela, donde hacía un programa de insectos, cuando a Bodoque le ofrecieron hacer el programa. Y él llama a su amigo Tulio a Venezuela para invitarlo a participar, con tanta mala suerte que eligen a Tulio para conducir y a él lo obligan a hacer temas ambientales, cuando la ecología no le importaba nada. Ya había pasado antes: fueron scouts juntos y Tulio no hacía nada pero se ganaba todas las estrellas, cuando Bodoque era el que sabía hacer todos los nudos.
La Nación:
¿Cuánto te transformas cuando te vistes de Tulio?
Peirano:
Me pongo el títere y se me ocurren cinco veces más tonteras que sin el mono. A uno se le ocurren cosas tontas permanentemente; por ejemplo, todo el rato que llevamos de entrevista he estado pensando en si se me ve o no un moco, porque siento una huevada rara en la nariz. Tulio dice lo que se le ocurre y a uno en general se le ocurren cosas tontas. Con Álvaro Díaz pensamos que un buen castigo para alguien sería darle una grabación de todo lo que ha hablado en el día. Y que la tuviera que escuchar entera. El 80% de lo que has hablado en el día son huevadas, y apenas un 2% del tiempo hablas algo decente. Si te las dan grabadas en una cinta, te mueres.
La Nación:
¿De dónde viene tu pasión por los títeres?
Peirano:
Me encantaban cuando era chico; tenía seis años cuando veía “Plaza Sésamo” y me preguntaba cómo los hacían, porque había personajes que tenían dos manos. Al principio Tulio era un animador medio tonto, porque “31 minutos” estaba centrado en las notas, pero luego empezamos a indagar en los personajes y Tulio llegó a ser un conductor de noticias ochentero, muy ignorante, un rostro que cree en una dignidad de la tele donde todo tiene que verse bien y es un desastre. A pesar de no ser admirables desde un punto de vista moral, su amistad sí lo es.
La Nación:
¿Y habrá drama entre ellos? ¿La amistad se mantiene o se rompe?
Peirano:
La película pone en jaque la amistad de Tulio y Bodoque, que es lo más valioso que tienen.
La Nación:
Dices que mentalmente tienes ocho años. ¿Es la edad de Tulio?
Peirano:
No, Tulio tiene como tres, yo soy más maduro. Tengo el entusiasmo, pero me equivoqué al decir eso porque el niño de ocho años está demasiado centrado en sí mismo. Hay ene virtudes adultas que no tienen los niños que hacen que ser adulto sea un interesante desafío, y que tienen que ver con esos matices, como la tolerancia. De los ocho años me quedo con el entusiasmo y con creer que uno puede hacer cualquier cosa. La compasión no es una cosa muy infantil.
La Nación:
¿Eres autocompasivo?
Peirano:
No mucho, pero a veces uno siente demasiada obligación de ser alguien o agradarle a demasiadas personas, y eso te quita fuerzas.
La Nación:
¿Ya no quieres agradar?
Peirano:
Todavía quiero agradar. Pero hay etapas, cuando eres más pendejo, en que no sabes lo que te gustaría saber. Te lo digo con un ejemplo: quiero hacer los dibujos que tengo en la cabeza y contar historias, pero si en la historia había rinocerontes antes estaba limitado, porque no sabía dibujar rinocerontes. Si aprendo y mantengo la mente abierta, soy más libre.

Una reserva inmoral

La Nación:
Has escrito cosas macabras de tu paso por la Escuela de Periodismo de la U. de Chile.
Peirano:
Sí, los periodistas creen que estudian una carrera universitaria, pero en realidad es muy técnica. Estaba empezando la democracia y Periodismo era una reserva inmoral de la dictadura; encima, estaba en el ex cuartel de la DINA, cerca de Marcoleta. Era metafórico y era horrible. Había que quedarse tomando cervezas y no entrar a clases. Hice un cómic documental sobre eso. En periodismo la experticia la ganas trabajando; en medicina tienes que estudiar Medicina, pero Periodismo sólo te sirve para aprender a escribir menos mal. Es increíble lo poco que sabe escribir la gente.
La Nación:
Hay agujeros negros en tu vida periodística.
Peirano:
No, mi paso por la revista “TV y Novelas” no es tan negro; fue súper bueno estar en esa revista tan rara, en una época en la que había que tratar bien a los actores. Ahora es distinto; si encuentras un escándalo, mucho mejor. Pero la verdadera razón por la que trabajé ahí fue que la revista quedaba a dos cuadras de la casa de mis papás, donde yo vivía en ese tiempo. Eso fue tentador porque yo, no sé por qué, sólo aspiraba a entrar a “El Mercurio”.
La Nación:
Será porque los rebeldes aspiran a ser bendecidos en el Vaticano.
Peirano:
Parece que sí, pero no era ningún rebelde, lo había pasado súper bien con el No, para mí fue una alegría el No, como que me había convencido y lloraba cuando escuchaba las letras. Fue el momento político más entretenido que ha existido en no sé cuántos años y yo tenía la edad perfecta para pasarlo la raja siendo del No. Fue la última elección totalmente justa que ha habido.
La Nación:
¿Votas?
Peirano:
Nunca me inscribí. Veía las elecciones y me daba lata porque era como una estafa, como ver la Teletón y no poner plata. Hasta que fue candidata Bachelet, cuando me inscribí y voté por ella.
La Nación:
¿Satisfecho de ese paso?
Peirano:
Satisfecho de haber votado y veremos qué pasa. Ella lo ha tenido difícil, pero tener una mujer de Presidenta ha valido la pena.
La Nación:
¿Hay algún mono animado de la tele que te interese?
Peirano:
Me gustan los dibujos como el Tío Rico, soy muy anticuado en todo. Yo leo cómics de la época de oro gringa. A Popeye lo encuentro la raja. En literatura hace muy poco que leo autores que estén vivos, siempre leía a puros muertos. Pero monos animados en la tele hay súper buenos.
La Nación:
¿Qué te parece “Lazy Town”?
Peirano:
La raja, increíble. Un gran programa para niños muy difícil de hacer. A nosotros nos han dicho siempre que cómo hacemos un programa tan difícil con tres calcetines, que parece tan barato, cuando no es nada de barato. “Lazy Town” tiene buenos guiones, es propositivo y menos humorístico. Cuando hacía “Plan Z” nos llamaba la atención esa comedia universal que se alimenta de la realidad de otra manera, que provocaba humor interno.
La Nación:
¿Cuáles son tus héroes del cómic?
Peirano:
Sobre todo el Pato Donald y Tío Rico, que no son de Walt Disney, sino de un dibujante y narrador increíble que se llama Carl Barks. El Pato Donald es un miserable que te cae bien, lo mismo el Tío Rico que, a pesar de ser un capitalista infame, está lleno de matices.
La Nación:
Te preguntaba por héroes chilenos.
Peirano:
Themo Lobos es el más impresionante, y Hervi me encanta como dibujante y guionista.
La Nación:
¿Y aventureros como Corto Maltés te atraen?
Peirano:
Sí, pero son muy nuevos para mí. A mí me parecen nuevas las películas de los años cuarenta, tengo un concepto extraño del tiempo. Me gusta mucho el principio del siglo XX, sobre todo el arte popular, las novelas baratas. Estuve comprando historias del Capitán Futuro y rayé cuando descubrí que está basado en novelas de “pulp fiction” muy rascas, de un gringo que se llamaba Hamilton, que fueron el origen de muchas historias de aventuras. Eran como versiones baratas de Dickens. Ojo, que queda un minuto y te estoy dando la lata.
La Nación:
¿Un minuto? ¿Dónde vas de vacaciones?
Peirano:
A Italia, con mis padres. Vamos a conocer Génova, el pueblo de Génova de los tatarabuelos. Vamos a ver qué onda, no sabemos mucho de ellos.
La Nación:
¿Estado civil actual?
Peirano:
Soltero. Comprometido y feliz.
La Nación:
Dicen que en concubinato.
Peirano:
Soltero, comprometido y feliz. Lo siento. Han pasado 31 minutos exactos.